Los traumas faciales son alteraciones con características especiales en relación a otros traumatismos y fracturas que se presentan en diferentes partes del organismo, ocasionando problemas de tipo estético, funcional y de desarrollo. Representan un 5% del total de traumatismos, y en ciertas ocasiones pueden ocasionar la muerte.
Pueden dañar los tejidos blandos y duros (huesos); órganos como: ojos, cerebro, senos paranasales, alteraciones que se relacionan. Además, centros de crecimiento, dientes, funciones respiratorias, estética, olfatorias, visuales, alteraciones del movimiento mandibular, problemas dentales, etc.
La imagenológica es fundamental para este tipo de problemas de salud.
Las incidencias de traumas aumentan con la edad, por ejemplo en infantes existe el 1% de posibilidades. La causas más frecuentes son: accidentes automovilísticos con un 40% y domésticos un 20%. El predominio está más en el género masculino y el riesgo aumenta a partir de los siete años. Por lo tanto, el trauma facial en los pequeños tiene numerosas circunstancias que involucran aspectos médicos, quirúrgicos y psicológicos.
Existe la posibilidad de afectar un centro de crecimiento y alterar el desarrollo del macizo cráneo facial, especialmente entre los cinco y siete años, etapa donde se produce el crecimiento del maxilar por un aumento de las cavidades paranasales y recambio de dentición.
El desarrollo transversal se completa alrededor de los dos años; posterior a éste viene el crecimiento vertical y antero, que termina entre los ocho a 12 años. A nivel mandiobular se puede afectar el centro de crecimiento y ocasionar secuelas importantes en el desarrollo óseo de la mandíbula, que por lo general se presentan con golpes en la región del mentón. Esto origina transmisión de la fuerza hacia los cóndilo mandibulares y puede generar esta alteración, debido a la presencia del centro de crecimiento o producir un cambio llamado anquilosis, que es la fusión de los segmentos óseos de la mandíbula con su base articular en el soporte del cráneo limitando la apertura bucal. Es vital la valoración con un cirujano maxilofacial para descartar o manejar el trauma.
Los traumas de tejidos blandos serán tratados para disminuir las alteraciones estéticas que pueden causar. Por eso las valoraciones de las diferentes especialidades son fundamentales, por ejemplo cirugía maxilofacial, oftalmología, otorrinolaringología, cirugía plástica, neurocirugía y traumatología.
El trauma facial alrededor del ojo debe ser examinada con detenimiento, ya que puede afectar la agudeza visual de manera paulatina, movimientos oculares o tener alteraciones de la visión como ver doble y existir una fractura de esta cavidad orbitaria. Asimismo, a nivel nasal presentar alteraciones de tipo estético y funcional.
Las fracturas de los huesos faciales son de menor incidencia que en los adultos; las fracturas faciales pediátricas se han demostrado que tienen tasas de mortalidad alta, debido a su relación con traumas craneales, tórax, columna cervical, etc. Estas fracturas deben ser tratadas antes de los cuatro días del trauma si su condición lo permite. Estas fisuras pueden ser del hueso frontal, órbitas, nasal, maxilar, malar o pómulo, mandibular, dento-alveolar y dental.
Las placas y los tornillos que se utilizan para fijar las roturas en los niños son la fijación rígida interna. Los sistemas no reabsorvibles son de titanio y deben ser retirados en los pacientes que se encuentran en etapa de crecimiento, aconsejable entre seis y ocho meses posterior al trauma.
Como conclusión, el tratamiento del trauma facial en niños debe ser estandarizado de acuerdo con la edad y a su severidad; es importante la valoración por los especialistas respectivos y acudir en forma inmediata al servicio de emergencias para realizar el chequeo respectivo. Es vital llevar a cabo un chequeo integral puesto que el desarrollo del niño es permanente.